Prensa 2016. Revista Vos - "Fin del tema" (Varias generaciones del jazz en Paraguay).

Fin del tema. Revista Vos. 02 May 2016 Los compases del jazz hicieron de las suyas el 30 de abril, día en que se celebra mundialmente este género. Más allá de su procedencia norteamericana, este estilo musical viene dejando huellas en nuestra cultura hace más de medio siglo. ¿Su historia? No las cuentan sus propios protagonistas. Por: Micaela CattáneoCattáneo

Antes de que te preguntes el porqué del título, te adelanto que esto recién arranca. “Fin del tema” en el jazz significa que los músicos comienzan a crear sus propias melodías, a dejarse llevar por las notas. VOS te invita a hacer un recorrido por el pentagrama musical del jazz nacional e internacional, para que lo improvisado y armonioso del estilo no lo quieras soltar nunca más.

Desenpolvé libros de historia y dirigí el señalador hacia el siglo XIX, abriendo los capítulos escritos en una de las ciudades más grandes del estado de Luisiana. Sí, Nueva Orleands. La magia del jazz nacía en esta localidad con los esclavos de raza negra que llegaban de la zona occidental del África para asentarse en el sur de los Estados Unidos.

Sucede que en muchas áreas sureñas de este país, el batir de los tambores estaba prohibido por ley, hecho que impulsó a los esclavos negros a plasmar la percusión a través de las palmas de las manos y el batir de los pies para animar con música sus fiestas. Sin embargo, en Nueva Orleands no sucedía lo mismo; ya que en este lugar ellos tenían la libertad de reunirse, cantar y bailar con verdaderos instrumentos como las calabazas rellenas de piedrecitas, el banjo de cuatro cuerdas o las quijadas.

La historia también nos recuerda que en esa época sucedía la Guerra de Secesión -o Guerra civil estadounidense-, en donde las vencidas tropas confederadas tuvieron que empeñar sus instrumentos a los criollos, quienes empezaban a forjar su primera profesión de hombres libres: músico.

“Este encuentro de instrumentos europeos con hombres de un bagaje musical salido de todos los rincones del África concibió un nuevo modo de hacer música, que fue gestándose en reuniones sociales, funerales y bodas”. Palabras textuales del libro Jazz en Paraguay de José Villamayor y Ricardo Castellani.

A propósito del jazz en Paraguay, el término no se empezó a oír en el país sino hasta el período de la Segunda Guerra Mundial, gracias a la masiva propaganda que emprendió el Gobierno norteamericano. “Mandaban discos con los clásicos del jazz para armar una biblioteca, pero probablemente esos discos ya no existan porque se escuchaban hasta que se reyaban”, relata Castellani.

En nuestro país, el CCPA tuvo un papel fundamental en dicha expansión; ya que en el año 63 reuniría a los músicos en sus instalaciones, los cuales fundarían el Jazz Club Paraguayo. Las jam sessions serían el principal motivo por el cual se juntarían de manera quincenal o mensual, en donde los acordes no estaban obligados a cumplir una partitura, porque la improvisación envolvía de ritmo a cada sonido que nacía.

Lo que sí es importante resaltar es la limitación que tenían los músicos para hacer crecer este género. Y no nos referimos al talento que tenían, porque eso sin dudas no les faltaba; sino a las pocas plataformas en donde podían acercarse a escuchar jazz.

Hay que tener en cuenta que no había internet, redes sociales ni Spotify. Los jazzistas de la época debían buscar melodías en radios extranjeras, sobre todo, en emisoras argentinas. En el país, la radio “onda corta” fue la primera gran escuela de los intérpretes. Así también la casa de Papo Ávalos, un apasionado del jazz que contaba con la capacidad económica para comprar discos, discos láser o videos para compartir con los músicos en su casa.

Los salones donde se hacían encuentros sociales, los bares y las confiterías eran los principales escenarios para las orquestas de jazz, que hacían sonar música internacional en cumpleaños, casamientos, bautismos o en algunos puntos de la ciudad. “El jazz acompañó el siglo XX, y lo tradujo musicalmente con todo ese frenesí y esas ansias de libertad que caracterizaban a la época”, destaca el periodista de arte Sergio Ferreira.

Escuchar jazz es como vivir sin saber qué pueda pasar mañana; es valorar el repertorio con sus cambios, sus tiempos y compases; es entender que al apreciarlo en vivo estás siendo partícipe de la composición de nuevos sonidos como si estuvieras en el estudio de grabación de tu cantante favorito; es poder descubrir quién está tocando por un instante una pieza y quién en otro.

El jazz hizo ruido a lo largo de los años, pero ruido del bueno, sembrando en su historia artistas comprometidos con la escena local. “Armonía, técnica y creatividad”, nos citaba uno de los grandes maestros del género, Carlos Schvartzman, sobre el conocimiento que deben tener los músicos que eligen al jazz como una pasión de la cual no se quieren separar.

Generación Jazz

Como ya lo nombramos, comencemos con él. Carlos Schvartzman, pianista, guitarrista, compositor, arreglador y orquestador de jazz y música contemporánea. Desde los seis años está conectado a este género, edad en la que escuchaba jazz en discos y radios. Su inicio con la música se dio a los 13 años, en el Colegio Internacional; aunque a los 9 años ya usaba cajones de escritorio que golpeaba como si fueran una batería.

Foto: Chelo Encina

Foto: Chelo Encina

Un logro destacable en su camino artístico es el haber sido admitido en el Berklee College of Music de Boston -Massachusetts-, en donde participó de conciertos internos de jazz en la facultad y en los jazz pubs de la ciudad. Parte de su trayectoria artística la dedicó también a la docencia; formando a muchos alumnos que hoy en día son reconocidos en el país (como Rolando Chaparro y Berta Rojas, por citar algunos).

“El jazz es un estilo elaborado y complejo, más que cualquier otro en música popular. A veces es considerado como ‘la música clásica de los EE.UU’; demanda mucho del melómano”, refirió el maestro.

A la lista de referentes sumamos a Luis Riolo Alvarenga, quien se presenta con sus amigos como “Riolo Alvarenga and Friends” cada vez que realizan un show. Recuerda que la primera persona que le inspiró a querer el jazz fue su abuelo Domingo Alvarenga, trompetista y bandoneonista, quien interpretó dos canciones que nunca se borrarían de su memoria: Lamento indio y Georgia on my mind.

No olvidó a su amigo y confidente Nene Barreto, con quien compartía este amor por la música en La Baby Jazz. “Él me hizo conocer a los grandes del jazz”, rememora. Considera que el jazz paraguayo se ha extendido gracias al esfuerzo de los músicos jóvenes que por amor al género lo acercan al público para que “conozcan, encuentren y tengan conocimiento de que existe algo más de lo que están vendiendo en television y radio”.

Una de esas iniciativas es la de Jazz a la calle y a la gorra, un ciclo que cobra vida todos los domingos sobre Palma. Uno de los impulsores es Gustavo Viera, quien también lidera un grupo que lleva su nombre, y con el cual presenta el disco Los colores de la música, como parte del proyecto de Jazz a la calle.

Foto: Chelo Encina

Foto: Chelo Encina

“Para mí el jazz representa el diálogo de las culturas; levanta la bandera de la creatividad, de la libertad de expresión y del cambio social. Al jazz le interesa crear armonía. Y eso se ve en el hecho de que ‘se hermana’ con cualquier ritmo del mundo: el flamenco jazz, por ejemplo, entre muchos otros”, señaló el músico.

Afirma que en la historia de la música popular todos los estilos son hermanos; sin embargo, el jazz aporta una estética nueva o un nuevo lenguaje. “Y esta nueva música es representativa y universal”, resalta. “Hoy en día el arte en general transmite las intenciones del artista; por ende, el jazz quiere pluralidad y rescate de valores universales. Elevar la calidad de vida a través del refinamiento de la consciencia musical, eso hace la buena música”, agrega.

En el ciclo lo solía acompañar Chino Corvalán, quien también tiene un cuarteto que lleva su nombre. A Chino lo acompañan Seba Ramírez en la batería, David Pepino Rodríguez en el saxo y Magno Molinas en el piano.

Actualmente, Corvalán se encuentra en Nueva York, tomando clases privadas de jazz. La diferencia que percibe con respecto al jazz que se despliega en el país de origen es la competitividad inmensa que existe: “El público va, paga su entrada, escucha, aplaude y eso genera gusto en el artista”, puntualiza.

Recalca que el jazz es muy sentido, porque representa el nivel máximo de desarrollo musical en un intérprete. “El panorama musical del que estudia y toca jazz cambia muchísimo, en cuanto a concepto y perspectiva. Es el género que más enseña a uno mismo”, añade.

Foto: Chelo Encina

Foto: Chelo Encina

Hay un catálogo interminable de artistas talentosos que se dedican al jazz, pero en esta última parte de la nota daremos el espacio a quien desde hace tres años organiza el festival JazzDay en Asunción: Víctor Morel. Junto a Giovanni Primerano, Bruno Muñoz y Miguel Antar forman el Cuarteto Joaju, en donde él toca la batería.

“El hábito de la improvisación no es en un contexto caótico, sino teniendo en cuenta las expresiones de los demás músicos para -de alguna forma- lograr una convergencia en la creación espontánea de una música”, manifestó el integrante del grupo. Amplía este concepto enfatizando que “el jazz es democracia; el poder que uno puede obtener para expresarse libremente en conjunto con otros músicos”.

Y como ya lo decíamos en un párrafo del texto, replicando un poco las palabras del compositor estadounidense, George Gershwin: “En cierto modo, la vida es como el jazz… es mejor cuando improvisás”.